Volver a Blog Sin categorizar Hacia una arquitectura eficiente. Por Ignasi Pérez junio 15, 2018 Artículo de opinión de Ignasi Pérez Arnal, director del Congreso Nacional de Arquitectura Avanzada y Construcción 4.0 de REBUILD 2018. Eficiencia, sostenibilidad, verde, ecológico, saludable… son términos que encontramos unidos a la arquitectura, el urbanismo, la ciudad y ahora en la smart city. Pero cada uno de ellos define conceptos muy distintos y, digámoslo así, definen más o menos objetivos comunes. El tema que nos ocupa hoy es la importancia de la arquitectura eficiente para construir entornos más sostenibles. Para ello debemos definir de forma exacta los dos adjetivos que utilizamos: eficiente y sostenible. Hace veinte años, cuando tuve la ocasión de fundar el primer departamento universitario dedicado a la sostenibilidad en una escuela de arquitectura en España (en la ESARQ de la Universidad Internacional de Catalunya), siempre empezaba mis clases con una diapositiva fija: era una diapositiva totalmente en blanco donde aparecía la palabra sostenibilidad escrita en un documento Word. El programa subrayaba automáticamente la palabra sostenibilidad con una línea quebrada roja. Significaba que aquella palabra no existía en el diccionario. Y era así. Incluso se creó una plataforma llamada Sostenibilidadaldiccionario.com que llegó a reunir más de 500 definiciones. Hasta la vigésima tercera edición del Diccionario de la Real Academia Española (RAE) en 2010 no teníamos oficialmente la palabra sostenibilidad. Algo que ahora nos parece de lo más común hace unos años ni existía la posibilidad de nombrarlo de forma adecuada. La palabra “sostenibilidad” no existía hace 10 años El punto interesante de la palabra sostenibilidad proviene del estudio que la Dra. Gro Harlem Brundtland realizó para las Naciones Unidas con el objetivo de conocer cuál sería el escenario futuro del planeta. Y lo tituló Nuestro Futuro Común. Este informe sobre el desarrollo económico globalizador definió el desarrollo sostenible como aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Esto es una apuesta decidida para todo lo renovable si no podemos utilizar recursos finitos y agotarlos sin poder ser utilizados por nuestros hijos. El caso del petróleo implica per se un ejemplo paradigmático de no sostenibilidad. Si “gasto” gasolina en mi automóvil, la siguiente generación no podrá utilizar ese recurso. La posición contraria, la que intenta dejar los mismos recursos a las siguientes generaciones, sería la introducción de la economía circular, las energías renovables, el cradle-to-cradle, etcétera. Personalmente, me adhiero a la definición en francés del termino sostenibilidad. Lo llaman “développement durable”. O sea aquel desarrollo que permite la durabilidad en el tiempo, y que conlleva implícitamente intentar conservar lo máximo posible para hacerlo duradero. La sostenibilidad es la suma de tres conceptos: el vector social, el vector económico y el vector ambiental. Si cada uno de estos vectores fuera un globo, durante décadas el globo del vector económico era el mayor, a mucha distancia se encontraba el ambiental y aún a mayor distancia se encontraba el social. Con los años el vector ambiental se ha ido hinchando y se va acercando al económico, que aún se encuentra a mucha distancia. Pero nos encontramos en un cambio de paradigma con el cambio de siglo –más que con el cambio de milenio-. EL globo del vector social cada vez importa más y se hincha más rápido. Incluso provoca que el globo del vector económico empiece a perder aire. De hecho tenemos multitud de referencias de gente que de forma pública y notoria desarrollan sus vidas con cero residuos, con cero gastos, con cero consumo de energía, desconectados de las redes de agua, de electricidad… La vida que tenían nuestros bisabuelos en el campo –de autosuficiencia total- la trasladamos ahora al ámbito urbano y queremos “empoderar” a nuestros ciudadanos con la misma versión de vida “autosufiente”. Eficiencia para ser autosuficiente Por otro lado, deberíamos definir que es eficiencia. ¿Por qué nos referimos a la arquitectura eficiente y no a la arquitectura eficaz? ¿Por qué en mi automóvil que va a una velocidad de 100 kilómetros por hora con un aguacero similar al diluvio universal no entra ni una gota de agua y en cambio en mi vivienda –situada en el Ensanche barcelonés- que va a 0 kilómetros por hora, cuando llueve un poco me entra agua? La palabra eficiencia conlleva una definición de la que no somos conscientes. Se define como la capacidad de lograr un efecto que se desea o se espera. Y podríamos añadir que para lograr ese efecto se realice con el mínimo de recursos posibles o en el menor tiempo posible. En la Física, la eficiencia es la relación entre energía útil y energía invertida, o sea que podríamos decir que la arquitectura eficiente es aquella que necesita el mínimo de energía. No olvidemos que la arquitectura es un elemento construido y que para construir debemos destruir antes. Necesitamos materiales para realizar nuestro edificio y estos materiales provienen de minas y canteras en vez de plantaciones y recursos renovables. Por fortuna, mirando el escenario actual desde un prisma positivista, debemos y podemos encontrar el camino para lograr una aplicación práctica efectiva de los criterios de sostenibilidad y eficiencia en nuestro entorno construido. Hemos traspasado el año 2000 y se nos requiere avanzar de forma decidida hacia un entorno sostenible. ¿Cómo hacerlo? Primero, es fundamental que cada uno de nosotros -como persona y ciudadano- requiramos que nuestra vivienda u oficina cumpla con estos criterios. Quien paga, manda. Y si existiera esta conciencia desde el usuario o cliente, el sector de la construcción atendería estos nuevos requerimientos. Segundo, los técnicos proyectistas, los arquitectos e ingenieros deben asumir que se encuentran en una situación de cambio. Los nuevos requerimientos para realizar sus proyectos –BIM (Building Information Modelling), Lean Construction, Near Zero Energy Buildings, certificaciones ambientales LEED, WELL, VERDE…- fuerzan a que se genere otro tipo de proyecto, más relacionado con su entorno y más amigable. La elección d los materiales, la gestión de la obra, la minimización de residuos, las MMC (Modern Methods of Construction), la industrialización de la construcción, la prefabricación no estandarizada, el ahorro energético, la introducción de la I+D en el mundo de la sostenibilidad y finalmente el diseño arquitectónico como arma principal del arquitecto han de permitir que la visión completa del proceso de construcción en función de la perspectiva ambiental dejen de ser un estilo para pasar a ser una nueva manera de hacer ciudad. ¿Cómo podemos hablar de smart cities si no disponemos de smart buildings? Ejemplos no nos faltan e iniciativas tampoco. Quien quiera conocer más sobre ciudades sostenibles quizás tengan en los Green City Solutions Awards que la red europea Construction21 otorga cada dos años o en nuevos certámenes como Rebuild que se celebrará en Barcelona el próximo mes de septiembre una buena referencia de lo que sucede en nuestro entorno europeo y mediterráneo. La importancia de la arquitectura eficiente para construir entornos más sostenibles, incluso entornos más saludables es fundamental. Sin arquitectura eficiente no hay entorno sostenible. Artículo publicado el 15/06/2018 en El Economista. Ver online: http://www.eleconomista.es/premium/pdf.php?idPDF=8738